Me dedicaba al mundo de la moda cuando una lesión física me dejó fuera de combate casi por un año y medio. Es ya un clásico eso de que si tú no paras, el cuerpo lo hace por ti. Oyes constantemente que la gran revelación de tu vida llega cuando pasas por una situación extrema o pierdes la salud. Pues bien, a veces sí y a veces no. En mi caso lo fue pero…
No es el hecho de haberte quebrado sin más y tener que reconstruirte de nuevo lo que te mueve a cambiar las cosas, no!
Una rotura de ese calibre llega como la última de las fases de una casaca que viene originándose en tu interior desde hace tiempo. El último paso, la guinda del pastel, la pared en tus morros, la gota que termina colmando el vaso, etc. aquello que necesitas para decir basta. Un hecho que provoca la liberación de tus deseos mejor guardados, o simplemente lo que hace posible que de repente veas con claridad lo que siempre has querido o simplemente lo que no quieres más, aquello que no debe continuar.
Mi experiencia me dejó reposando en un precioso estanque después de que el rápido de un gran río me revolcara sin poder evitarlo. Hoy sigo el recorrido de ese río desde la orilla, observando, aceptando y disfrutando, lo mejor que puedo, tanto de sus paradisíacos tramos como de los más abruptos.
Porque la naturaleza de nuestro universo es, entre muchas otras maneras así, incierto e impermanente aunque bello y también perfecto. Nada pasa en vano y todo, absolutamente todo tiene un sentido, una razón en el cosmos.
Transversalmente estudio Psicología porque me apasiona y nutre mi constante curiosidad además de estar al día en los últimos avances científicos enfocados al ser humano. Como dijo Andrés Martin, persona de gran inspiración para mi, “qué maravillosos es poder trabajar en aquello por lo que no querrás jubilarte”, así que no se me ocurre mejor manera de pasar mi vida que dedicarla a ser consciente de mi propia existencia conectada a la educación emocional en todas sus direcciones.
Día a día, minuto a minuto, respirando y aceptando cada acontecimiento que se me ofrece, me guste más o menos, lo transito, aprendo y estoy en paz. Con amabilidad y sin juzgar a los demás ni a mí misma.
Desarrollar la inteligencia emocional es aprovechar nuestras emociones en nuestro beneficio, ser inteligente con las emociones.
Las emociones afectan cada célula viva de nuestros cuerpos, incluyendo la mente. Prestando atención a los dos hemisferios en los que se divide nuestro cuerpo, podriamos decir que el cerebro divide parte de sus mecanismos entre el intelecto y la emocionalidad.
El coeficiente intelectual con el que llegamos al mundo viene determinado al nacer, es con el que pasaremos la vida hasta el día de nuestra muerte. El hemisferio emocional en cambio podemos llegar a cultivarlo, mejorando su actividad en nuestro beneficio. El coeficiente emocional es entendible, aprendible y mejorable.
La educación emocional nos enseña herramientas que nos acompañan en el entendimiento de nuestra esencia personal y nos permite el control en nuestra vida. Nos muestra un camino para despertar dejando atras la inconsciencia, un letargo existencial fruto de la ausencia de educación emocional en nuestra cultura.
Atención plena o Mindfulness. Desde mi influencia budista, vivir en atención plena significa tener un grado de consciencia tal que que te permite transitar todo lo que ocurre en tu vida de manera natural. Pasar tanto los momentos agradables como los desagradables sin apego, hostilidad o ignorancia. No hace falta vivir creyendo que cuando caes en un agujero la única posibilidad es dejarse las uñas para salir o que los momentos de plenitud dependen de la suerte y un día se terminarán como el sol cuando se retira para dar paso a la oscuridad.